Cristiano, ¿estás sufriendo hoy? Tal vez te encuentras en dolor físico o en las garras
de una enfermedad terminal. Tal vez tu sufrimiento es interno, un profundo dolor
emocional o una cicatriz interna que nadie puede ver. Quizás tu dolor es una
lucha teológica entre la bondad de Dios y el mal que ves en el mundo a diario.
Tal vez estés perseguido, avergonzado o encarcelado en oscuridad a causa de tu
fe. Existen tantos tipos y niveles diferentes de sufrimiento.
Para
algunas cosas no “vale” la pena hacer una comparación (a base de su “valor”). Por
ejemplo, no se puede comparar en serio el Diamante Cullinan (con su valor de
400 millones de dólares) con un anillo de “diamante” de caramelo (con su valor
de 79 centavos de dólar). De igual manera, la gente no compara en serio una
casa de playa, situada en diez acres con vistas al paseo marítimo sobre el
Pacífico, con una ficha de plástico verde en un lugar codiciado en el tablero
del juego de mesa Monopoly. Hay cosas
que no tienen comparación. La gloria de lo que es mayor hace que la comparación
parezca ridícula e incluso insultante.
Entonces, ¿qué de nuestro dolor, sufrimiento y angustia? “Considero que los sufrimientos de este
tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser
revelada” (Romanos
8:18). La intención no es minimizar el dolor que realmente estás
experimentando en este momento, sino magnificar la gloria que nos aguarda a todos
los creyentes en Cristo. Lo que estás experimentando en este momento “no es
digno de ser comparado” a aquello que está por delante. Esto requiere fe, fe en
Dios y en sus promesas, fe para seguir mirando hacia adelante hacia aquello que
aún no se ve. Hay algo que ya es cierto pero que aún no se ha realizado que ni
siquiera se puede comparar (o incluso ser comprendido en este momento) al
sufrimiento que experimentas personalmente y observas a diario en este mundo.
“La esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por
qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo
aguardamos” (Romanos
8:24-25). Sigue esperando y velando porque ya falta poco y ¡nuestra
realidad futura en Cristo no desilusionará!
[Traducción
de pensamientos de Steve Hafler]
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