Al final de esta semana de la Santidad de la Vida Humana y tres días
después del 25 aniversario de la decisión de la Corte Suprema en el caso Roe vs. Wade (que anuló todas
las leyes estatales que regulaban el aborto, haciendo que el aborto por demanda
fuera la ley de la tierra y confirmando una perspectiva individualista de libertad
humana, sin gravámenes, que ha permitido la matanza de 35 millones de niños),
en esta mañana quiero decir que el aborto se trata principalmente de Dios. El
aborto tiene que ver con Dios, el Creador del universo, el Dador y Sustentador
de toda vida, el Juez de vivos y muertos y el Redentor y Perdonador de todos
los que confían en Él. El aborto tiene que ver con Dios. Por tanto, no es
trivial.
Quitar a Dios del cuadro del aborto es trivializar al aborto. Sin Dios,
todo sería trivial. Dios es la realidad suprema del universo. Toda otra
realidad es derivada y dependiente y no tiene significado real en absoluto sin
referencia a Dios, la realidad suprema. La Biblia dice: “En Él vivimos, nos
movemos y existimos”. Si le dejamos fuera, si no relacionamos todo (en cuanto a
nosotros o en cuanto al mundo) con Él en quien “vivimos, nos movemos y
existimos”, le quitamos el verdadero significado, lo trivializamos, lo
desconectamos de lo más grande, de lo más importante, de lo más maravilloso en
este mundo. Todo tiene que ver con Dios. El aborto tiene que ver con Dios. Por
tanto, no es algo trivial. La maternidad tiene que ver con Dios; por tanto, no
es trivial. La paternidad tiene que ver con Dios; por tanto, no es trivial. Las
relaciones sexuales tienen que ver con Dios; por tanto, no son triviales. Los
niños, dentro del vientre y fuera del vientre materno, tienen que ver con Dios;
por tanto, no son algo trivial.
Por tanto, el mensaje que tengo que dar es que el aborto tiene que ver
con Dios. Lo más importante que debemos decir sobre el aborto es cómo se
relaciona con Dios y cómo Dios se relaciona con él. Entonces permítanme
mencionar cuatro maneras en que el aborto tiene que ver con Dios. Lidiaré
brevemente con las dos primeras, no porque sean menos importantes, sino porque
generalmente ya se abordan con más frecuencia y John Ensor ha lidiado con ellas de un
modo hermoso este fin de semana. Mencionaré la cuarta debido a la confusión en
que está nuestro presidente en este momento y debido a cómo se relaciona esa
confusión con el aborto. Pero la tercera proviene de nuestro texto y recibirá
más de nuestra atención.
1) El aborto tiene que ver con Dios porque los niños en el vientre
materno son creados por Dios a la imagen de Dios.
Génesis 9:6 es importante aquí porque muestra que las palabras de
Génesis
1:27 (qué Dios creó al hombre, varón y
hembra, a su propia imagen) son verdaderas para todos los humanos que llegaron
después del primer hombre y la primera mujer. Dios le dijo a Noé: “El que
derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo Él al
hombre”. En otras palabras, cada miembro de la raza humana es creado a la imagen
de Dios. Y, como John Ensor mostró en su taller ayer, la
Biblia trata al no-nato del mismo modo que trata a los bebés que han nacido (Génesis
25:22; compara Lucas 1:44 y 2:12; Salmo
139:13). La palabra por “bebé” o “niño” en el
vientre es la misma que usa la Biblia por el niño fuera del vientre.
Haber sido creado a la imagen de Dios significa, por lo menos, que el
propósito de Dios al crearnos en el vientre es que reflejemos a Dios. Las
imágenes de la realidad existen para reflejar esa realidad. Somos imágenes de
la realidad divina. Nuestro propósito sobre la tierra es reflejar esa realidad
divina. Por esta razón existimos. Atacar al ser humano en el vientre materno y
matarlo es asaltar a Dios. Dios está haciendo al bebé. Dios está tejiendo una
imagen única de su gloria divina, con el propósito de reflejar esa gloria en el
mundo por la causa de su Gran Nombre. Matar al niño es atacar la gloria de Dios
y es traición contra el Rey del universo. Por tanto, esto es lo más importante
y fundamental: el aborto tiene que ver con Dios porque los niños son hechos por
Dios en la imagen de Dios para la gloria de Dios.
2) El aborto tiene que ver con Dios porque solo Dios puede perdonar el
pecado de asesinar a los niños no-natos.
Es por esta razón que es tan importante el libro de John
Ensor: Experiencing
God’s Forgiveness [Experimentando
el perdón de Dios]. La maldad suprema del aborto no es que mate niños o
dañe mujeres (que, sin duda, hace). La maldad suprema es que asalta y degrada a
Dios. Ahora, de éso trata el evangelio de Jesucristo: cómo Dios planeó y
produjo un plan para perdonar a personas que cometen la afrenta suprema de descontar
su gloria y tratarla como menos valiosa que sus propias preferencias privadas.
El apóstol Pablo dice en Romanos 3:23: “Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios”. Ésa
es la esencia del pecado: no alcanzar la gloria de Dios, cambiándola por la
preferencia de nuestro propio plan. Pero entonces, los versículos 24 y 25 dicen
que los que confían en Dios son “justificados gratuitamente por su gracia por
medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente
como propiciación por su sangre a través de la fe”. En pocas palabras, esto
significa que Dios es el único ser en el universo que puede perdonar el pecado
del aborto y que Él “justifica” o rectifica la relación entre Sí mismo y
nosotros, los pecadores que tan gravemente le hemos ofendido. Él rectifica esta
relación mediante la muerte de Su Hijo en nuestro lugar, de modo que toda la
ira que merecemos por el pecado del aborto – y por cualquier otro pecado – es puesta
sobre Jesús y Él muere en nuestro lugar y somos absueltos y recibimos vida
eterna y gozo, al costo del Hijo de Dios.
El aborto tiene que ver con Dios porque solo Dios puede perdonar el
pecado de asesinar a los niños no-natos. Él puede y lo hace y ésas son las
noticias más grandes y liberadoras del mundo entero. “Cristo murió por los
pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1
Pedro 3:18).
3) El aborto tiene que ver con Dios porque la raíz del aborto es el
fracaso al no estar satisfechos en Dios como nuestro amor supremo.
Veamos de dónde viene esta idea en la Biblia. Si comienzas a leer en
Santiago 4 y te detienes a la mitad del versículo 2, tendrás solamente un
análisis simple, psicológico, trivial del origen de la idea de asesinar a los
niños. Un análisis sin Dios. Leamos el análisis:
¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre
vosotros? ¿No vienen de vuestras pasiones que combaten en vuestros miembros?
Codiciáis [o deseáis] y no tenéis, por eso cometéis homicidio. Sois envidiosos
y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra.
El tema del asesinato en este texto está enraizado en los deseos no
satisfechos. “[Deseáis] y no tenéis, por eso cometéis homicidio”. Podríamos pasar
mucho tiempo aquí, examinando todos los deseos y anhelos que son amenazados por
un embarazo no planificado: la “felicidad” de los padres, el “complacer” al novio,
el terminar “a tiempo” la educación, el tener solvencia financiera, el tener una
carrera, el librarse de náuseas matutinas y de pañales y de una naricita que
moquee y de esas terribles noches de desvelo o del ayudar con tareas
domiciliarias y con transporte a ensayos para deportes y banda de música y grupo
dramático, del problema de adolescentes irritados, de gastos universitarios y
de otros tipos de angustia que vienen con hijos adultos. Deseas tantas cosas y
toda esta libertad, pero de pronto hay un bebé; tus deseos personales se ven
amenazados y te sientes tentado a librarte de la persona problemática: el bebé.
De ahí viene el aborto. Santiago dice:
“Por eso cometéis homicidio”.
Dije que si paramos ahí, ése sería un análisis trivial. Porque Dios quedaría
eliminado de la ecuación. Pero en Santiago 4, Dios no queda eliminado. De hecho,
se introduce con una imagen impactante. En el medio del versículo 2, Santiago
ve una transacción entre el pueblo y Dios: “No tenéis, porque no pedís. Pedís y
no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros
placeres”. Santiago representa a las personas queriendo algo (o alguien) que “satisfaga”
y entonces yendo a Dios, no porque Él satisface, sino solo para pedirle los
medios a fin de obtener ese “algo más” y luego dejando atrás a Dios para ser “satisfechos”
con otro en el mundo.
Entonces Santiago clama en el versículo 4: “¡Oh almas adúlteras!” (Esa
es una buena traducción literal). ¿De dónde vino eso? Viene de la misma
situación que acaba de describir. Tenemos un gran Esposo amoroso: Dios. Pero no
lo estamos viendo tal como él es; no lo estamos amando como quien es en
realidad. Y estamos enamorados de otro hombre u otra cosa, y no lo encontramos
satisfactorio a Dios. Pero no tenemos los recursos necesarios para obtener al
amante. Así que vamos (¡créelo o no!) a nuestro Esposo, a nuestro Dios – en oración
– y le pedimos los medios para obtener al otro amante. Es por eso que Santiago
grita: “¡Almas adúlteras!” (tanto a hombres como a mujeres).
Ésto da sentido a las próximas palabras del versículo 4: “¡Almas
adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por
tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Si no
encuentras satisfactorio a Dios y sus caminos y sus promesas, y te vuelves al
mundo como tu verdadero amor, entonces estás poniendo emociones entre ti mismo
y Dios y estás provocando la ira de Dios. ¿Por qué? Debería ser obvio, pero
Santiago continúa diciéndonoslo en el versículo 5: “¿O pensáis que la Escritura
dice en vano [cuando dice]: El celosamente anhela el Espíritu que ha hecho
morar en nosotros?”
Creo que esto significa: Dios es celoso por nuestro afecto y admiración.
Él te ha creado para ser tu amor y satisfacción supremos. “En [su] presencia
hay plenitud de gozo; en [su] diestra, deleites para siempre” (Salmo
16:11). Así que, cuando Santiago dice que el
homicidio proviene de deseos insatisfechos, no está dando un trivial análisis
psicológico del problema. Está diciendo: El homicidio ocurre por rechazar a
Dios como el Tesoro supremo, como nuestra satisfacción suprema, como nuestro
amor supremo. Si encontráramos en Dios lo que Él realmente es y si no fuéramos
voluntariamente tan ciegos y tan rebeldes contra Él como nuestra porción de
todo el suministro en esta vida y la próxima, entonces no abortaríamos a
nuestros niños. La raíz del aborto es el fracaso al no estar satisfechos en
Dios como nuestro amor supremo. Y, por toda la gran obra legal que se necesita
hacer para proteger la vida humana (y francamente espero que algunos de ustedes
se hagan legisladores), la mayor obra que se necesita hacer es la de esparcir
una pasión – una satisfacción – por la supremacía de Dios en todas las cosas.
Ése es nuestro llamado como iglesia.
Hay, al
menos, una manera más en la cual el aborto tiene que ver con Dios.
4) El aborto tiene que ver con Dios porque los eventos políticos y
culturales que harán que el aborto sea impensable e ilegal están en las manos
de Dios.
Ten cuidado de pensar y orar hacia un proceso de “impeachment” del presidente
Clinton por su problema
más reciente. Tal vez sea lo correcto. Pero nuestra insignificante sabiduría no
es digna de manejar el mundo. Si él es impugnado y condenado y forzado a salir
del oficio, Al Gore será el presidente de los EEUU.
Eso hará que sus posibilidades de ser elegido presidente en las próximas
elecciones sean mucho mayores al ser titular.
¿Y dónde estaba Al Gore el jueves en el
aniversario de Roe vs. Wade?
Estuvo con un grupo agresivamente a favor de los derechos al aborto, no en una
reunión pro-vida. Richard Neuhaus señala que es muy
probable que el próximo presidente nominará nuevos jueces para la Corte
Suprema. Esto significa que un proceso de “impeachment” y una condena del
presidente Clinton pondrían, probablemente, a un presidente radicalmente pro-aborto
en el oficio durante los próximos diez años, es decir Al Gore. Pero si Clinton tiene que cojear hasta el final de su
presidencia en desgracia, la historia podría dar un giro muy diferente. No sabemos.
Solo hago esta aclaración para recordarles que Dios está en los cielos y
gobierna sobre los asuntos de los hombres y es mucho más sabio que nosotros en gobernar
el mundo. A nosotros nos corresponde orar amplia y bíblicamente por el plan
sabio y justo y misericordioso de Dios en vez de presumir que nuestras
suposiciones cortas de vista son mejores. Cuando Nabucodonosor, rey de
Babilonia, se enorgulleció y desafió al Dios vivo, Daniel 4:31-32 dice:
Una voz vino del cielo: “Rey Nabucodonosor, a ti se te
declara: El reino te ha sido quitado, y serás echado de entre los hombres, y tu
morada estará con las bestias del campo; te darán hierba para comer como al
ganado, y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo
domina sobre el reino de los hombres, y que lo da a quien le place”.
Esto es cierto todavía. Dios gobernará sobre presidentes y quien sea
escogido para la Corte Suprema en los próximos años, y nosotros haremos bien en
unírnos a su gobierno justo y sabio y soberano del mundo, orando que su nombre
sea santificado y su reino venga y su voluntad sea hecha en la tierra como los
ángeles la hacen en los cielos y votando y actuando de acuerdo a la voluntad de
Dios revelada en las Escrituras.
Resumen:
El resumen del tema es: El aborto tiene que ver con Dios.
1) El aborto tiene que ver con Dios porque el niño en el vientre es
creado por Dios a la imagen de Dios para la gloria de Dios.
2) El aborto tiene que ver con Dios porque solo Dios puede perdonar el
pecado de asesinar a los niños no-natos.
3) El aborto tiene que ver con Dios porque la raíz del aborto es el
fracaso al no estar satisfechos en Dios como nuestro amor supremo.
4) Y el aborto tiene que ver con Dios porque los eventos políticos y
culturales que harán que el aborto sea impensable e ilegal están en las manos
de Dios.
¿Cómo entonces difundiremos una pasión por la supremacía de Dios entre
los proveedores de aborto en nuestra región y en nuestro vecindario, para que
encuentren su satisfacción en Dios y abandonen la violencia hacia las mujeres y
los niños? Esa es nuestra pregunta y nuestra oración.
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