12 de junio, 2005 por John Piper
Escritura:
Romanos 13:1-7
Tema:
Gobierno
Serie:
Romanos: La Carta más Grandiosa Jamás Escrita
Sométase
toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de
Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. Por consiguiente, el que
resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han
opuesto, sobre sí recibirán condenación. Porque los gobernantes no son motivo
de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas,
pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella, pues es
para ti
un ministro de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano
lleva la espada, pues ministro es de Dios, un vengador que castiga al que
practica lo malo. Por tanto, es necesario someterse, no sólo por razón del
castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto también pagáis
impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios, dedicados
precisamente a esto. Pagad a todos lo que debáis; al que impuesto, impuesto; al
que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor.
Al
comenzar nuestro octavo año juntos en el libro de Romanos, sigo estando
asombrado ante la majestad del mensaje de este libro. Nos movemos de un
majestuoso tema a otro y nuestras mentes, corazones y vidas son despegadas de
la trivialidad y la banalidad de la vida norteamericana—especialmente como se
la ve en la televisión. Trasladarse de la cultura norteamericana al libro de
Romanos es como ir del Buck Hill en Burnsville al Monte Everest en Nepal.
William Tyndale y Romanos
Estoy
leyendo una biografía muy buena escrita por David Daniell sobre William
Tyndale, quien fue quemado en la hoguera por traducir el Nuevo Testamento del
griego al inglés en 1526. Tyndale había sido despertado a la gloria del
evangelio de Cristo al leer el Nuevo Testamento griego (especialmente Romanos)
por sí mismo en vez de hacerlo a través de los lentes ceremoniales,
sacramentales y legalistas de la Iglesia Católica Romana medieval y de las
erróneas traducciones de la Biblia en Latín (ej. “penitencia” por el término
griego metanoia en
lugar de “arrepentimiento”). La biografía contrasta a Tyndale con su famoso
contemporáneo, Erasmo, que amaba la nueva enseñanza humanista de la época y
publicó el primer Nuevo Testamento griego impreso y escribió libros muy
conocidos sobre temas religiosos.
Sin
embargo, existían enormes diferencias entre Tyndale y Erasmo. Hasta donde
podemos decir, Erasmo nunca vio las doctrinas centrales del evangelio que
liberaron a Lutero, Calvino, Zwingli, Tyndale y otros tantos miles. A pesar de
todo su aprendizaje bíblico, hubo una gran omisión en los escritos y pensamientos
y creencias de Erasmo. Él nunca escribió nada sustancial sobre la carta de
Pablo a
los Romanos. (“No tenemos nada de Erasmo sobre Romanos”.)1
Este era el libro peligroso. Este era
el libro que más completa y más inconfundiblemente interpretaba el significado
de Cristo y de su muerte y resurrección para justificar a los pecadores solo
por la fe. Este era el libro que la gente común de Inglaterra no debía leer por
sí misma, aun si, para evitarlo, fuera necesario que la iglesia dominante
quemara a gente en la hoguera.
Cuando
el libro de Romanos fue leído con ojos claros, estalló del todo al sistema del
Catolicismo Romano—y la Reforma nació. El purgatorio estalló. La práctica de
penitencias estalló. Las indulgencias estallaron. La regeneración bautismal
estalló. La infalibilidad papal igualada con las Escrituras,
la transubstanciación eucarística, el sacerdotalismo, la tesorería de los
méritos, la función mediadora de María, y así sucesivamente. Romanos y Gálatas
debían ser evitados a todo costo, y la traducción de
la Biblia al simple y claro inglés de la época se volvió en crimen capital,
castigable con ser quemado en la hoguera.
Pero
no se puede esconder el Monte Everest para siempre. Dios ha sido muy
misericordioso con el mundo y con nosotros. Romanos y la Biblia entera—la preciosa
Palabra de Dios—está disponible en inglés y en cientos de otros idiomas comunes.
No me siento muy competente ahora que seguimos adelante con
el capítulo 13. Y espero que oren por mí para que no edifique con madera, heno
y paja en este púlpito, sino con oro, plata y piedras preciosas.
Dios ha establecido todos
los gobiernos
Nos llevará
dos o tres mensajes para tratar con Romanos 13:1-7. Aquí está de nuevo uno de esos grandes temas —los
grandes asuntos del mundo— que nos aleja de los pensamientos ordinarios. Aquí
está
el tema de que Dios estableció todos los gobiernos del mundo de hoy y todos los
que haya habido en
la historia del mundo y, por implicación, su soberana destrucción de todo gobierno que haya dejado de existir en el mundo. Versículo 1: “No hay autoridad
sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas”. Y derivándose de
este tema está el tema de nuestra relación con el gobierno ya sea que vivamos
en Boston o Bagdad, Irlanda del Norte o Corea del Norte.
Este
texto tiene implicaciones para la guerra y la paz, para los dictadores y el
totalitarismo, para campos de concentración y los gulag, para rebeliones y
revoluciones, para leyes y sus aplicaciones, para
el activismo político y la desobediencia civil, para elecciones y cabildeos,
para el votar y el pagar impuestos, para el límite de velocidad y el cinturón
de seguridad, para las señales de pare y las sillas de bebé. Este no es un
texto poco importante. Es uno de esos picos de montaña del libro de Romanos que
hace que el lector se maree con sus implicaciones.
¿Por qué trata este tema
Pablo?
Aquí
está nuestra primera pregunta: ¿Por qué trata Pablo el tema de la autoridad
gobernante? Si ustedes habían estado leyendo Romanos 12, ¿habrían esperado que
él diera este giro en el capítulo 13? ¿Había algo que él había dicho o algo que
estaba ocurriendo en Roma que hizo de esto un tema crucial? Existen varias
razones generales por las cuales es necesario tratar este asunto, y hay dos
situaciones específicas que hacen que este asunto sea crucial.
1. En Romanos 12:2 Pablo había dicho: “No os adaptéis a este mundo”. Este mandamiento fundamental
puso a la iglesia en camino a confrontarse con la sociedad secular. Ustedes
recordarán que dijimos que hay una tensión en el Nuevo Testamento entre el “principio
peregrino” (“No os conforméis a este siglo”) y el “principio autóctono” (“a
todos me he hecho todo” 1 Corintios 9:22). Estamos aquí en este
mundo y debemos, hasta cierta medida, adaptarnos a la cultura donde vivimos.
Pero somos ciudadanos del cielo (Filipenses 3:20) y debemos hacer que la vida contracultural
en Cristo sea conocida en este mundo.
Así que surgiría naturalmente esta pregunta en la iglesia
en Roma: ¿Qué debemos pensar acerca del César? ¿Lo apoyamos o no? ¿Cómo obran
el “principio peregrino” y el “principio autóctono” en relación a la autoridad
civil? La pregunta le fue planteada a Jesús (Marcos
12:13-17) y ahora le es
planteada a Pablo también.
2.
Otra razón por la cual surge la cuestión de la autoridad civil viene de Romanos 8:34-39. Pablo había dicho: “[Cristo] resucitó…[y] está a la
diestra de Dios”. El asunto del César no es un asunto indeterminado en cuanto a
Dios y el gobierno, compartido, por ejemplo, con el Islam y el judaísmo.
El asunto para los cristianos es supremamente: Jesucristo. Cuando él resucitó
de la muerte, él dijo en Mateo 28:18: “Toda autoridad me ha
sido dada en el cielo y en la tierra”. Eso incluye todos los gobiernos en el
mundo. La confesión “¡Jesús es el Señor!” era una declaración política. Su
señorío está por encima del señorío del César. Es por eso que mataron a Jesús.
Las multitudes intimidaron a Pilato con
las palabras: “No
tenemos más rey que el César” (Juan 19:15). “¡Estos seguidores de Jesús tienen otro rey! Son
subversivos, traicioneros.” Y cuando él resucitó se dio a conocer como “Rey de
reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:16; 17:14) o sea, Rey por encima de todos los reyes
terrenales. Así que cuando Pablo dice: “No hay autoridad sino de Dios”, no está
hablando solamente de Dios el Padre, sino de Dios el Hijo también. Los
cristianos saben que cualquier autoridad que es dada al hombre fue dada primero
a Jesucristo.
Pero
entonces leemos en Romanos 8:35-38 que los fieles súbditos
del Rey Jesús “somos puestos a muerte todo el día” por la “espada”—la espada de Romanos 13:4, la espada del estado. Después leemos que
“ni la muerte, ni la vida, ni ángeles…ni los poderes [¡los gobernantes de Romanos 13:3!]...nos podrá[n] separar del amor de Dios que es en
Cristo Jesús Señor nuestro”. Y cuando leemos esto, nos preguntamos: ¿Cómo nos relacionamos
con gobernantes que masacran a cristianos? ¿Cómo es que Dios—cómo es que el
Cristo resucitado—se relaciona con gobernantes que tratan a cristianos como “ovejas
para
el matadero”? Romanos 13:1-7 no sale de la nada.
3.
Otra razón por la cual surge la cuestión de la autoridad civil se encuentra en
los versículos inmediatamente anteriores (en el capítulo 12). El capítulo
comienza con las misericordias de Dios—“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios”—y llega al clímax
con un llamado repetitivo a una vida de misericordia. Versículo 9: “El amor sea
sin hipocresía”. Versículo 13: “…contribuyendo para las necesidades de los
santos”. Versículo 14: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y
no maldigáis”. Versículo 17: “Nunca paguéis a nadie mal por mal”. Versículo 19:
“Amados, nunca
os venguéis vosotros mismos”. Versículo 20: “Si tu enemigo tiene hambre, dale
de comer”.
Y la
belleza de esa misericordia nos deja casi sin aliento y, no obstante, con la
pregunta: ¿En serio, Pablo? ¿Es eso todo lo que tienes que decir acerca de cómo
funciona la vida y cómo debe ser manejado el mal
en el mundo? Y Pablo responde: No, eso no es todo lo que tengo que decir. Y eso
no es todo lo que ustedes necesitan saber acerca de cómo se maneja el mal en el
mundo. Y escribe Romanos 13:1-7.
4.
Además de estas tres razones generales con las que Pablo trata la autoridad gobernante en Romanos 13, hay dos
situaciones específicas que probablemente tiene la intención de abordar. La
primera se ve en
los versículos 6 y 7. Todo es general hasta que llega aquí: sométanse, no
resistan, hagan lo bueno, apártense de lo malo. Eso es lo que vemos hasta que
llegamos al versículo 6. Entonces Pablo especifica:
Pues por
esto también pagáis impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios,
dedicados precisamente a esto. Pagad a todos lo que debáis; al que impuesto,
impuesto;
al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor.
Así
que, de toda clase de comportamiento que Pablo pudiera haber usado para
ilustrar el sometimiento, él usa el pagar impuestos. Así que supongo que
necesitaba una mención especial, junto con el respeto y el honor. El tema nunca
se fue. Los líderes judíos le habían preguntado a Jesús: “¿Es lícito pagar
impuesto al César, o no? ¿Pagaremos o no pagaremos?” (Marcos
12:14-15) Jesús había contestado: “Dad al César lo
que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. (Marcos 12:17) Y aquí nos encontramos, 20 años más tarde, con la
necesidad de abordar la misma cuestión. Pablo, ¿debemos pagar impuestos a
gobiernos seculares que niegan a Cristo? La respuesta: Sí, deben hacerlo.
5. La
otra situación específica que puede haber dado pie a Romanos 13:1-7 se ve en Hechos 18:2. “Y [Pablo] se encontró con un judío que se llamaba
Aquila, natural del Ponto, quien acababa de llegar de Italia con Priscila su
mujer, pues Claudio había ordenado a todos los judíos que salieran de Roma”. Esa
expulsión de judíos había incluido a judíos cristianos. Y puede ser que la
expulsión haya occurido debido a un comportamiento de insubordinación. Romanos
fue escrito cerca de 55 d.C. y esta expulsión ocurrió más o menos cinco años
antes (según F. F. Bruce, The
Book of Acts, p. 368). Así que Pablo, en conversación con Priscila
y Aquila, sería muy sensible a la polémica de relaciones iglesia-estado.
¿Incluye esto a los gobernantes
malos?
Ahora
bien, todos sabemos que aquí hay preguntas muy difíciles de responder. Cuando
dice de nuevo en el versículo 1 que “no hay autoridad sino de Dios”, ¿incluye a
los gobernantes malos? Cuando dice en
el versículo 1 que debemos someternos a las autoridades civiles, ¿significa siempre y no importa qué? Cuando dice en
el versículo 3 que las autoridades civiles “no son motivo de temor para los de
buena conducta, sino para el que hace el mal”, ¿es cierto siempre, o existen
gobiernos que infunden terror a
los de buena conducta? ¿Qué vamos a hacer con las declaraciones aparentemente
absolutas de Pablo?
Eso es
lo que vamos a hablar en las semanas venideras. Pero hoy simplemente quiero
afirmar
la enseñanza positiva que encontramos aquí, que debemos abrazar
independientemente de cualquiera de esas otras preguntas.
La
primera enseñanza, clara y positiva, es que las autoridades civiles son instituidas por Dios.
Versículo 1: “No hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son
constituidas”. Sabemos que esto incluye tanto a los malos gobernantes como a
los buenos porque la Biblia cuenta de reyes malvados que Dios guió al oficio.
Por ejemplo, Jeroboam fue uno de los reyes más malvados de Israel y 1 Reyes 12:15 describe así la intriga que lo colocó en su lugar: “Lo
que había sucedido era del Señor”.
Y
Nabucodonosor fue el rey babilónico pagano que destruyó Jerusalén. Y en Jeremías 27:6 Dios dice: “Ahora yo he puesto
todas estas
tierras en manos de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, siervo mío”. Lo llama “siervo”, el mismo término por el
rey que encontramos en Romanos 13:4 (“ministro es de Dios”).
¿Y que de Pilato, el
gobernante que, por encima de todos los otros gobernantes, no recompensó la
buena conducta, sino que castigó al único hombre perfecto que jamás haya
existido? Cuando él le dijo a Jesús: “¿No sabes que tengo autoridad para
soltarte, y que tengo autoridad para crucificarte? Jesús respondió: Ninguna
autoridad tendrías sobre mí si no te hubiera sido dada de arriba” (Juan 19:10-11). Así que Romanos 13:1 incluye a Pilato.
Pablo
sabía, de Daniel
2:21, que “[Dios] quita reyes y pone reyes”—todos
los reyes. Todos están bajo
su control. Él los pone en su oficio y él los quita de ese oficio. Así que la
respuesta es: Sí, Romanos 13:1 se aplica a todos los gobernantes, sean buenos o malos.
“No hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas”.
Esto
significa, tanto para los cristianos romanos como para nosotros hoy, que debemos
aprender que
la voluntad de Dios es gobernar el mundo humano por medio de autoridades
civiles humanas. Este es
el plan de Dios. El hombre no creó el gobierno. Dios lo creó. El hombre no lo
sostiene. Lo sostiene Dios. La autoridad civil es la idea de Dios para esta era.
Sí, no debemos conformarnos a este siglo. Sí, muchos de estos gobernantes matan
a cristianos. Sí, les exigen impuestos y les sacan dinero—el dinero de Dios.
Sí, vuestro estilo de vida debe ser misericordioso y no vengativo. Sí, les pueden
exiliar y hacerles dejar Roma o cualquier otro lado. Y yo les digo, la
autoridad civil es el instrumento escogido por Dios para gobernar el mundo de
los hombres.
Sométanse
a la autoridad civil en reverencia a Dios—no en reverencia al gobernante. Dios
ha despojado a los gobernantes de su autoridad final. Eso es lo que significa
el versículo uno. No son Dios. Dios es Dios. Cuando ustedes se someten, lo hacen
por causa de Dios. “Someteos, por causa
del Señor, a toda institución humana” (1
Pedro 2:13-15). Y este Señor es el Señor Jesús resucitado,
quien es el Rey de reyes y a quien toda autoridad en el cielo y en la tierra ha
sido dada. En otras palabras, el no exceeder
la velocidad legalmente establecida cuando manejamos es adoración cristiana.
La autoridad civil y la gracia
común
Aquí está la segunda,
clara enseñanza positiva de estos versículos: Cuando ustedes se someten por
causa de Cristo a las autoridades civiles, recuerden que esta autoridad es un
gran regalo de gracia común
al mundo. Es bueno para nosotros. Una de las frases más importantes en el párrafo está en el versículo 4: “Es para ti un
ministro de Dios para bien”. ¡Para bien! Qué maremoto de maldad irrumpiría
sobre
el mundo si no existieran autoridades civiles para controlar—aún autoridades
civiles malas.
¡Cómo
deberíamos dar gracias por el control que trae el gobierno sobre el mal! Consideren
por contraste esta historia del Star
Tribune del viernes (10 de junio, 2005, p. A3). Al otro lado de la
frontera de Laredo, Texas está la ciudad de Nuevo Laredo, México. La ciudad ha
perdido su autoridad civil y está gobernada por pandillas.
Alejandro
Domínguez fue la única persona lo suficientemente valiente como para ser jefe
de
la policía. Solo horas después de que asumió el cargo, los asaltantes
acribillaron su cuerpo con decenas de balas en esta ciudad sumida en el caos
producido por la batalla territorial entre
las dos bandas principales de narcotraficantes de México.
Las calles
estaban prácticamente vacías el jueves, un día después del asesinato, con
solamente
un puñado de policías federales armados con rifles y armas automáticas...
“Estamos
indefensos”, dijo la abogada Zorina Medrano en el Ayuntamiento. “Es obvio que
los criminales están mejor organizados (que las autoridades). Enviaron al
ejército nacional y
ni siquiera ellos fueron respetados. ¿A quien más le podemos pedir ayuda?”
Esa es
una pequeña imagen de lo que sería el mundo sin la gracia común de Dios al
establecer
la autoridad civil. ¿Qué harían si el 911 no contestara? ¿Si no existiera la
policía? ¿Ni los bomberos?
¿Ni la guardia nacional? ¿Solamente miembros de pandillas, robando y matando
sin restricción o retribución alguna? Mantengan esta imagen bien nítida en los
ojos, y entonces lean el versículo cuatro: “[La autoridad civil] es para ti un
ministro de Dios para bien”.
Demos
gracias por la sabiduría y gracia de Dios por las cuales el mundo entero no es
un enorme Nuevo Laredo. Y mientras tengamos una medida de paz—ya que siempre no
será así—usémosla para
el evangelio de la gloria de Cristo, el Cristo que gobierna al mundo.
1 David Daniell, William
Tyndale: A Biography (New Haven: Yale University Press 1994), p.
162. [Si le gustaría aprender más acerca de William Tyndale, Iain Murray tiene
disponible gratuitamente una excelente biografía.]
Traducción editada por Déborah Garwood Steel
El original se encuentra en inglés en DesiringGod.org
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